Crìtica de cine
Crònicas de la memoria
Machuca (Chile, 2004)
La crìtica cinematogràfica suele hablar de “nuevos cines” cuando aparecen en escena jòvenes directores que innovan en los modos de contar una historia, de abordar una temàtica o de interpelar al espectador. Asì es como nos encontramos con los Trapero, Caetano o Martel del llamado “nuevo cine argentino”. Con Walter Salles y Fernando Meireller, artìfices de las aclamadas “Estaciòn central” o “Ciudad de Dios”, para el pujante cine brasilero. Y con los mexicanos Alejandro Gonzàlez Iñàrritu (“Babel”, “Amores perros”) o Alfonso Cuaròn (“Y tu mamà tambièn”), quienes han logrado que Hollywood haya fijado su mirada –para bien o para mal- en las producciones latinoamericanas.
Pero si bien es cierto que las industrias cinematogràficas màs poderosas de Amèrica Latina, han sido històricamente Mèxico, Brasil y Argentina, el cine chileno ha despertado gran interès en los ùltimos años con las realizaciones de una de sus màs fuertes promesas: Andrès Wood. Con su premiada “Machuca”, Wood narra la relaciòn de tres chicos de distintas condiciones sociales en los dìas previos al sangriento golpe de estado de Pinochet que acabò con el primer gobierno socialista del mundo elegido por el voto popular.
Gonzalo Infante (Matìas Quer), un “nene bien” que asiste a un colegio bilingüe de Santiago conoce a Pedro Machuca (Ariel Mateluna) a partir de un programa de integraciòn que permite la incorporaciòn de chicos de escasos recursos, puesto en pràctica un sacerdote de la instituciòn. Allì nace la amistad entre Infante, Machuca y su prima Silvana (Manuela Martelli). Machuca abre un nuevo mundo en el horizonte de Gonzalo: un universo en donde la simpleza y sencillez de lo ordinario recobra un valor inusual en la vida del pelirrojo. Pero tambièn un mundo plagado de represiòn, carencias, faltas y privaciones.
Entre besos de leche condensada, marchas, movilizaciones y reyertas, la pelìcula construye un relato cuyo eje se centra en la amistad, el amor, la traiciòn, el inicio sexual, la pèrdida de la inocencia y el ingreso en el mundo adulto. Y este es un acierto de Wood: utilizar la frescura de las actuaciones de los chicos para contar una historia en la que lo polìtico siempre està latente, acompañanado el desarrollo de las relaciones de los jòvenes, pero siempre como telòn de fondo. No hay bajadas de lìnea y el director en ningùn momento se propone manipular a los personajes para transmitir ciertas opiniones o tendencias ideològicas personales. En todo caso, esto ùltimo corre por cuenta de la intrepretaciòn del espectador.
Con un estilo narrativo clàsico, en donde los hechos se suceden de manera fluìda, con un notorio conflicto y desenlace, “Machuca” es un filme intenso y por momentos cruel. La permanente contraposiciòn de diferencias irreconciliables –fundamentalmente de clase- màs allà de cualquier intento de integraciòn, la fatalidad que se huele a cada paso y la violencia màs impiadosa, arrasan con todo aquello que se interpone en su camino. Ya nada, ni nadie està a salvo. Ni siquiera los niños. Y el desencanto y la resignaciòn parecen ser el requisito de ingreso a un mundo adulto de frialdad e intolerancia en el Chile de los 70`s.
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