lunes, 27 de abril de 2009

Crítica de cine: "Cama adentro"

Aparentar para pertenecer


A simple vista, “Cama adentro”, ópera prima de Jorge Gaggero parece contener dos relatos. El primero muestra cómo la crisis social e institucional argentina que estalla hacia fines del 2001 opera como telón de fondo y afecta no sólo lo económico sino la vida y las relaciones interpersonales. Allí es donde se inscribe un segundo relato más micro si se quiere, eje central de la película: el vínculo entre Beba (Norma Aleandro), una “señora bien” del barrio de Belgrano y su empleada doméstica, Dora (Norma Argentina), habitante de Alejandro Korn que durante casi treinta años ha trabajado “cama adentro” para la adinerada familia.

Los fracasos económicos y sentimentales han marcado la vida de Beba en los últimos años: ha hecho malos negocios con la herencia de su madre, se ha divorciado y su hija se ha marchado a España en busca de un mejor porvenir. De regentear un laboratorio de fragancias y una empresa de cremas autobronceantes, Beba ha tenido que transformarse en vendedora de cosméticos. Está sola y ahoga su tristeza en whisky. Dora y un par de aros parecen ser los últimos bastiones de status que “la señora” no está dispuesta a resignar bajo ninguna circunstancia, más allá de que no tenga dinero para que su empleada compre el multiuso en el supermercado chino, o bien el valor necesario para aceptar el hecho de que su hija nunca se va a casar con un hombre porque es lesbiana. La negación parece retrasar aquí una capitulación irremediable.

Norma Argentina, empleada doméstica en la vida real, en ningún momento da muestras de su inexperiencia como actriz, dado que nunca había desempeñado trabajo actoral alguno. Por el contrario, aporta espontaneidad y sencillez a un vínculo que se nutre de nobleza, lealtad, amistad y complicidad, pero que también se encuentra desgastado por el tiempo y por ciertas asperezas que nunca se limaron a tiempo.

Los personajes de las “dos Normas” representan dos realidades muy disímiles de un mismo país: para una, la dignidad pasa por el orgullo de ser –o creerse ser- más que otra gente, por la superficialidad, por ostentar ciertas pretensiones de aristocracia que le impiden llamar a las cosas por su nombre: para ella el barro es fango y no trabaja como vendedora de una empresa de cosméticos, sino que se ha asociado a ella. Evitar caer en la humillación que significaría para el grupo de amigas con el que se junta a jugar a las cartas, saber que no tiene dinero para comprar whisky importado o peor aún, para pagar la luz es otro de sus grandes dilemas. Para Dora lo importante es hacer los pisos de su casa y que le paguen al día, sin regirse por “el qué dirán”.

Con buenas dosis de humor y drama, excelentes caracterizaciones y una banda sonora que no desentona con la trama, la película de Gaggero cumple con creces. Párrafo aparte merece la elección de las locaciones que muestran de manera más que acertada el contraste de mundos y la relación entre el adentro y el afuera, el centro y la periferia y por qué no, la vieja dicotomía sarmientiniana entre civilización y barbarie. “Cama adentro”, ganadora del Premio Especial del Jurando del Sundance (el festival de cine independiente más importante del mundo) no defrauda en su intento por retratar un momento del país en donde la crisis no sólo aqueja a los que menos tienen. La crisis, quizás en distinta medida, ahora lo abarca todo y a todos.

2 comentarios:

  1. Comentar es opinar
    y éso no es justo en éste caso concreto.

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  2. Comentar es opinar
    y éso no es justo en éste caso concreto.

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