Recuperando el espacio
La última vez que pisé el cine de Burzaco fue hace más o menos 20 años. Creo que tenía 11 o 12 años y en plena época de vacaciones de invierno fui con un amigo de la primaria a ver la primera película de Porcel sin Olmedo. Volver al viejo cine San Martín –ahora Espacio INCAA dedicado a la difusión de cine argentino- fue una mezcla de alegría y nostalgia; la cola para sacar la entrada, la espera en el hall, el vértigo cada vez que uno alza la mirada hacia el altísimo cielo raso de bloques grises. Todo eso seguía intacto. Sólo faltaron el puestito de golosinas y el acomodador que guiaba con su linterna una vez que la sala se consumía en oscuridad. Se me ocurre que el paso del tiempo es irremediable en ese aspecto. Nada jamás volverá a ser como antes. Y más si se tiene en cuenta lo que vino después: el menemato y con él, la desaparición de los cines de barrio a manos de las grandes exhibidoras y los shoppings, producto de un capitalismo sin fronteras y un mercado globalizado.
“Veinte años no es nada” dice el tango y se equivoca. Y vaya si lo ha sido para nuestra cultura: la carpa blanca enclavada frente al Congreso como emblema de una escuela pública bastardeada. Indiferencia absoluta para con un estado cada vez más retirado del ámbito social, que cedió su lugar a la lógica mercantilista de la ganancia rápida y la especulación financiera de los 90. El espacio público devino privado e instituciones que sobre la base de la solidaridad y la cooperación históricamente fortalecieron los vínculos sociales, poco a poco perdieron protagonismo: sindicatos, partidos políticos, el barrio en tanto espacio comunal, las sociedades de fomento, el almacén y el cine local son un claro ejemplo.
En el caso del cine argentino las cifras hablan por sí solas. Entre 1989 y 1994 se produjeron en total 76 películas (sólo 10 en 1992, la menor cifra de la historia), la producción nacional retrocedió a los niveles de 1935 y 1936 y quedó muy relegada respecto de la máxima histórica de 58 estrenos en 1958. De los 2190 grandes cines que funcionaban en 1950 o las 996 salas que existían en todo el país en 1980, sólo quedaron 280 para 1992. Con un dato no menor: las principales damnificadas fueron las salas de provincia y las barriales que se transformaron en templos evangélicos y bingos, fiel ejemplo de una “economía casino” dominada por el “sálvese quien pueda” y los capitales golondrina.
Para 1994 poco más de 300.000 espectadores concurrieron a las salas a ver cine argentino. Número insignificante si tomamos en cuenta a los casi tres millones y medio de espectadores que sólo en 1975 vieron “Nazareno Cruz y el lobo”. Esta merma en la asistencia a las salas obedeció en buena medida al fuerte incremento en el valor de las entradas que pasaron a ser diez veces más caras (0,75 centavos en 1989 a 7 dólares en 1994). De esta manera los sectores populares fueron los grandes ausentes en las salas durante la primera parte de los 90.
Ahora bien, más allá de de los datos y las cifras, que por otra parte no dejan de ser números, la pregunta que cabe hacernos sería si es realmente importante contar con un cine en Burzaco o en cualquier otro punto geográfico del país. Y la respuesta es un sí rotundo. Sin dudas el uso más generalizado del cine es el entretenimiento, pero también cumple una función social como museo de imágenes en movimiento, como patrimonio cultural que contribuye a retratar una visión del mundo, permitiendo reconocernos en eso que vemos y definir una identidad que hace a nuestra historia y a nuestra memoria como pueblo. En definitiva, todo tiene que ver con el compromiso. Compromiso del estado que debe respaldar con políticas culturales el sostenimiento y la multiplicación de estos espacios. Y más importante aún, el compromiso de nuestra comunidad que debe defender y apoyar estos centros de promoción cultural y unirse para impedir que sus puertas vuelvan a cerrarse nuevamente.
jueves, 5 de agosto de 2010
lunes, 14 de diciembre de 2009
Jorge Prelorán fue uno de los más grandes cineastas del género documental y mentor del cine etnobiográfico. Primer y único director argentino nominado al Oscar, con su cámara recorrió pueblos remotos de la Argentina registrando personajes y rescatando culturas y tradiciones. Fermín Rivera, cineasta, dramaturgo y amigo lo recuerda en esta entrevista.
Si alguien le preguntara a Jorge Prelorán qué frase resumiría mejor su prolífica obra, no dudaría en responder “dar voz a aquellos que no la tienen”. En tiempos donde finalmente –y afortunadamente- se ha sancionado e instalado en nuestra sociedad un fuerte debate en torno a la nueva Ley de Servicios de Comunicación Audiovisuales que intenta promover la pluralidad de voces, Prelorán ya era todo un adelantado. Y es que esa ha sido una constante a lo largo de toda su carrera: su pasión por el séptimo arte lo llevó a lugares recónditos de la Argentina donde se ocupó y preocupó por mostrar un país que trascendía los límites de las grandes ciudades y el centralismo de Buenos Aires.El pasado 28 de marzo, en su casa de Los Ángeles, Jorge Prelorán falleció a los 75 años, a raíz de una larga enfermedad contra la que dio batalla durante años. Atrás habían quedado su nominación al Oscar en el año 1980 por su corto documental Luther Metke at 94 –la dictadura no tuvo el mínimo interés en difundir la nominación de un opositor y exiliado político- el Astor de Oro a su trayectoria durante el Festival de Cine de Mar del Plata, el reconocimiento de una eminencia de la antropología estadounidense como la prestigiosa investigadora Margareth Mead –que consideraba a Prelorán como uno de los directores de documental más importantes del mundo- y la designación como profesor emérito en la Universidad de California (UCLA). Pero por sobre cualquier reconocimiento, quedó el legado y la impronta de un artista humilde y comprometido con su trabajo.Fermín Rivera, dramaturgo y también cineasta, fue alumno de Jorge Prelorán mientras estudiaba en la ENERC (Escuela Nacional de Experimentación y Realización Cinematográfica). Por ese entonces, fue elegido por Prelorán junto a otros estudiantes para realizar una película que finalmente no pudo concretarse. Años más tarde, Fermín terminó su primer documental: “Pepe Núñez, luthier”, historia centrada en la vida de un luthier autodidacta discapacitado de una comunidad rural de San Luis. El filme, que retomaba la línea de documentales de Prelorán, contó con el apoyo y consejo de Jorge, quien incluso escribió una carta que respaldaba y elogiaba la ópera prima de Rivera. A partir de ese momento, la relación académica dio lugar a la amistad. Al poco tiempo, el destino los volvió a reunir en un mismo aula: esta vez coincidió el homenaje que el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata le hizo a Prelorán con una clínica de estructura y montaje que Fermín iba a ofrecer en el mismo lugar y que finalmente terminaron dictando en forma conjunta. Pero también ese encuentro fue el germen de un proyecto que por estos días Fermín Rivera está terminando: un documental que ante todo es un acto de justicia que reivindica la figura de uno de los directores más importantes del cine argentino.
Sebastián Angeloni (SA): Se habla de Jorge Prelorán como el padre del cine etnobiográfico ¿Cómo definirías a este tipo de cine?
Fermín Rivera (FR): En realidad se trata de un término que acuñó Jorge. Su cine está prendado por lo que se conoce como antropología del rescate, que tiene que ver con hacer documentos para que perduren determinadas costumbres, culturas, formas, lugares. Lo que diferencia a Jorge del cine etnográfico que se venía haciendo hasta ese entonces, es que Prelorán por lo general toma personajes individuales y no comunidades, y cuenta una historia a partir de la visión de un personaje, cosa que en general el cine antropológico no hace. Por el contrartio, el cine antropológico parte de relevamientos corales y a su vez no busca prototipos, en todo caso arquetipos para mostrar una situación global general. Tampoco le interesa mostrar a un emergente, que era lo que Jorge buscaba, es decir un personaje que se destacara dentro de esa comunidad, de esa cultura.
(SA): ¿Cuál ha sido el aporte de Prelorán la cine nacional?
(FR): Él empieza a filmar en la década del 60. Agarra la cámara y se va a la Puna, algo que hasta ese momento no había hecho nadie. A través de un medio de comunicación masivo presenta personajes, culturas y regiones desconocidas con la idea de ver cuánto de los otros hay en nosotros, esto también diferencia la visión de Jorge respecto de la concepción antropológica convencional u ortodoxa, esta última se basaba en ir a una determinada comunidad, observar a estos extraños y salvajes y desentrañar el por qué se comportan así. El enfoque de Jorge era opuesto: él se preguntaba qué características y similitudes existen entre los personajes respecto de un habitante de Buenos Aires; a partir de ahí construye una aproximación a esos personajes. Eso fue novedoso y llamativo para la época, pero también es cierto que existía un tipo de sociedad predispuesta a ver esas cosas, hablamos de la década del 60 y parte del 70.
(SA): ¿Te parece que tuvo el reconocimiento que se merecía?
(FR): No. Yo estuve cuando lo homenajearon en Mar del Plata con muchísimos descuidos con su material, con las películas, con varias cosas. Lo cierto es que Jorge tampoco trabajaba para los reconocimientos y no hacía prensa, no era algo que lo desvelara. Lo que le dolía era no poder llevar adelante proyectos muy interesantes por falta de respaldo para poder concretarlos. Podría haber hecho muchos más aportes al cine argentino. Es más, Jorge tenía un proyecto muy interesante, que tenía que ver con la literatura gráfica de sus películas. Cada libro era sobre un personaje; luego comenzó a incorporar otros nuevos que quizás no tenían película.. Al principio Jorge imprimía los libros, después se hizo en forma virtual. Finalmente el proyecto no tuvo interés ni del estado ni de ningún privado, no hubo intención de solventarlo. Este proyecto en sí tenía que ver con la educación y con llevarlo a las escuelas, para que los chicos pudiesen ver las películas, leer los libros y la propuesta final consistía en que cada grupo empezara a investigar y a hacer los libros por su cuenta.
(SA): ¿Qué cosas rescatas de él como persona y cineasta?
(FR): Como cineasta, admiro cómo avanzó y encaró su trabajo, cómo fue delineando una estética y un determinado perfil, la pasión que tenía por hacer. Era un tipo que te entusiasmaba mucho, te tiraba pilas, siempre proponía cosas y te contagiaba esas ganas. Por otra parte me gustaba mucho el vínculo que entablaba con los personajes. Y hay que destacar su rol docente: conocía a sus alumnos, era muy querido por ellos, quienes a su vez admiraban mucho el componente humano que Jorge agregaba a su tarea docente, que no pasaba por la mera transmisión de contenidos, era mucho más. Él se comprometía con la persona que tenía al lado, era muy generoso.
(SA): ¿La película sobre Jorge cuándo se estrena? ¿Por qué se demoró su salida?(FR): Hubo dos demoras con el INCAA muy importantes. Una tuvo que ver con la presentación del proyecto, ya que tardaron mucho en evaluarlo y encima la película debía estar terminada en 35mm, dado que en ese momento no había otro formato. El otro tema fue la demora en la salida de un crédito y por último el año pasado para Pascuas Jorge tenía previsto venir al país y después suspendió el viaje por sus altibajos de salud. Yo también tenía pensado viajar a Los Ángeles pero luego se postergó con la noticia de su muerte.
Con estilo propio
Jorge Prelorán construyó no sólo un estilo en cada una de sus películas; también impulsó toda una filosofía de trabajo a la hora de filmar. Entre sus tantas premisas, Jorge siempre cultivó el buen trato y el respeto: no avasallar a la gente, tomarse el tiempo necesario para captar un proceso general propio de cualquier vínculo, estar atento al lugar dramático que ocupa el clima, la geografía, el lugar, la tierra y los procesos naturales relativos a esto: las sequías, las inundaciones, los cambios de estación y cómo son vividos por los protagonistas. Trabajar con equipos muy reducidos era otra de sus máximas al igual que la ausencia de sonido sincrónico. Primero por una dificultad técnica – tenía una ruidosa cámara Bolex a cuerda, que le impedía tomar sonido directo- y en segunda instancia por una cuestión económica –no tenía presupuesto para sonidista-. Fue así como optó por el sonido disociado, donde la cámara no reproduce literalmente lo que está diciendo el personaje con la voz. Para subsanar esta limitación, Prelorán grababa de noche sólo sonido con el personaje en cuestión en un ámbito más intimista y después ilustraba con imágenes -no en forma literal- logrando potenciar aún más aquello que quería transmitir. Actualmente, buena parte de su obra puede verse en la Universidad del Cine.
Fermín x Fermín
El documental: “El documental me resulta menos alienante que una estructura de ficción. Tengo la sensación de que a pesar de que me interesa la ficción –soy dramaturgo- el documental está diciendo muchas más cosas o por lo menos cosas diferentes, al margen de la denuncia o la toma de conciencia. Me parece que la ficción se aburrió un poco de sí misma, y ni que hablar de ciertos sistemas de producción hollywoodenses que hacen la remake de la remake”.
Los proyectos: “Actualmente estoy con un proyecto de investigación que tiene que ver con la parte audiovisual de la realidad social. Tratamos el tema de las cárceles y la situación de los familiares de los detenidos e intentamos abordarlo desde otra perspectiva, con una dinámica diferente al de la vorágine de la televisión y los realities. Qué es lo que pasa con las familias, con los entornos cuando una persona termina detenida, cuáles son las condiciones en que se encuentran, pero siempre alejándonos del sensacionalismo y la banalización. También estoy con otro proyecto que tiene que ver con el tema de la seguridad”.
El recuerdo: “Lo que más se extraña de Jorge son su risa contagiosa, catártica y sus charlas. Cuando te reunías con él siempre había un elemento trascendente, algo más, una inquietud hacia la trascendencia de cualquier forma de manifestación”.
Algunas de las películas de Jorge Prelorán: Mi tía Nora (ficción 1984)Luther Metke at 94 (1979)La iglesia de Yavi (corto- 1972)Hermógenes Cayo (1967)Valle Fértil (1972)Araucanos de Ruca Choroy (corto-1969)Un tejedor de Tilcara (corto-1966)Ocurrido en Hualfín (mediometraje-1965)
Homenaje a Jorge Prelorán
Al gran maestro
Jorge Prelorán fue uno de los más grandes cineastas del género documental y mentor del cine etnobiográfico. Primer y único director argentino nominado al Oscar, con su cámara recorrió pueblos remotos de la Argentina registrando personajes y rescatando culturas y tradiciones. Fermín Rivera, cineasta, dramaturgo y amigo lo recuerda en esta entrevista.
Si alguien le preguntara a Jorge Prelorán qué frase resumiría mejor su prolífica obra, no dudaría en responder “dar voz a aquellos que no la tienen”. En tiempos donde finalmente –y afortunadamente- se ha sancionado e instalado en nuestra sociedad un fuerte debate en torno a la nueva Ley de Servicios de Comunicación Audiovisuales que intenta promover la pluralidad de voces, Prelorán ya era todo un adelantado. Y es que esa ha sido una constante a lo largo de toda su carrera: su pasión por el séptimo arte lo llevó a lugares recónditos de la Argentina donde se ocupó y preocupó por mostrar un país que trascendía los límites de las grandes ciudades y el centralismo de Buenos Aires.El pasado 28 de marzo, en su casa de Los Ángeles, Jorge Prelorán falleció a los 75 años, a raíz de una larga enfermedad contra la que dio batalla durante años. Atrás habían quedado su nominación al Oscar en el año 1980 por su corto documental Luther Metke at 94 –la dictadura no tuvo el mínimo interés en difundir la nominación de un opositor y exiliado político- el Astor de Oro a su trayectoria durante el Festival de Cine de Mar del Plata, el reconocimiento de una eminencia de la antropología estadounidense como la prestigiosa investigadora Margareth Mead –que consideraba a Prelorán como uno de los directores de documental más importantes del mundo- y la designación como profesor emérito en la Universidad de California (UCLA). Pero por sobre cualquier reconocimiento, quedó el legado y la impronta de un artista humilde y comprometido con su trabajo.Fermín Rivera, dramaturgo y también cineasta, fue alumno de Jorge Prelorán mientras estudiaba en la ENERC (Escuela Nacional de Experimentación y Realización Cinematográfica). Por ese entonces, fue elegido por Prelorán junto a otros estudiantes para realizar una película que finalmente no pudo concretarse. Años más tarde, Fermín terminó su primer documental: “Pepe Núñez, luthier”, historia centrada en la vida de un luthier autodidacta discapacitado de una comunidad rural de San Luis. El filme, que retomaba la línea de documentales de Prelorán, contó con el apoyo y consejo de Jorge, quien incluso escribió una carta que respaldaba y elogiaba la ópera prima de Rivera. A partir de ese momento, la relación académica dio lugar a la amistad. Al poco tiempo, el destino los volvió a reunir en un mismo aula: esta vez coincidió el homenaje que el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata le hizo a Prelorán con una clínica de estructura y montaje que Fermín iba a ofrecer en el mismo lugar y que finalmente terminaron dictando en forma conjunta. Pero también ese encuentro fue el germen de un proyecto que por estos días Fermín Rivera está terminando: un documental que ante todo es un acto de justicia que reivindica la figura de uno de los directores más importantes del cine argentino.
Sebastián Angeloni (SA): Se habla de Jorge Prelorán como el padre del cine etnobiográfico ¿Cómo definirías a este tipo de cine?
Fermín Rivera (FR): En realidad se trata de un término que acuñó Jorge. Su cine está prendado por lo que se conoce como antropología del rescate, que tiene que ver con hacer documentos para que perduren determinadas costumbres, culturas, formas, lugares. Lo que diferencia a Jorge del cine etnográfico que se venía haciendo hasta ese entonces, es que Prelorán por lo general toma personajes individuales y no comunidades, y cuenta una historia a partir de la visión de un personaje, cosa que en general el cine antropológico no hace. Por el contrartio, el cine antropológico parte de relevamientos corales y a su vez no busca prototipos, en todo caso arquetipos para mostrar una situación global general. Tampoco le interesa mostrar a un emergente, que era lo que Jorge buscaba, es decir un personaje que se destacara dentro de esa comunidad, de esa cultura.
(SA): ¿Cuál ha sido el aporte de Prelorán la cine nacional?
(FR): Él empieza a filmar en la década del 60. Agarra la cámara y se va a la Puna, algo que hasta ese momento no había hecho nadie. A través de un medio de comunicación masivo presenta personajes, culturas y regiones desconocidas con la idea de ver cuánto de los otros hay en nosotros, esto también diferencia la visión de Jorge respecto de la concepción antropológica convencional u ortodoxa, esta última se basaba en ir a una determinada comunidad, observar a estos extraños y salvajes y desentrañar el por qué se comportan así. El enfoque de Jorge era opuesto: él se preguntaba qué características y similitudes existen entre los personajes respecto de un habitante de Buenos Aires; a partir de ahí construye una aproximación a esos personajes. Eso fue novedoso y llamativo para la época, pero también es cierto que existía un tipo de sociedad predispuesta a ver esas cosas, hablamos de la década del 60 y parte del 70.
(SA): ¿Te parece que tuvo el reconocimiento que se merecía?
(FR): No. Yo estuve cuando lo homenajearon en Mar del Plata con muchísimos descuidos con su material, con las películas, con varias cosas. Lo cierto es que Jorge tampoco trabajaba para los reconocimientos y no hacía prensa, no era algo que lo desvelara. Lo que le dolía era no poder llevar adelante proyectos muy interesantes por falta de respaldo para poder concretarlos. Podría haber hecho muchos más aportes al cine argentino. Es más, Jorge tenía un proyecto muy interesante, que tenía que ver con la literatura gráfica de sus películas. Cada libro era sobre un personaje; luego comenzó a incorporar otros nuevos que quizás no tenían película.. Al principio Jorge imprimía los libros, después se hizo en forma virtual. Finalmente el proyecto no tuvo interés ni del estado ni de ningún privado, no hubo intención de solventarlo. Este proyecto en sí tenía que ver con la educación y con llevarlo a las escuelas, para que los chicos pudiesen ver las películas, leer los libros y la propuesta final consistía en que cada grupo empezara a investigar y a hacer los libros por su cuenta.
(SA): ¿Qué cosas rescatas de él como persona y cineasta?
(FR): Como cineasta, admiro cómo avanzó y encaró su trabajo, cómo fue delineando una estética y un determinado perfil, la pasión que tenía por hacer. Era un tipo que te entusiasmaba mucho, te tiraba pilas, siempre proponía cosas y te contagiaba esas ganas. Por otra parte me gustaba mucho el vínculo que entablaba con los personajes. Y hay que destacar su rol docente: conocía a sus alumnos, era muy querido por ellos, quienes a su vez admiraban mucho el componente humano que Jorge agregaba a su tarea docente, que no pasaba por la mera transmisión de contenidos, era mucho más. Él se comprometía con la persona que tenía al lado, era muy generoso.
(SA): ¿La película sobre Jorge cuándo se estrena? ¿Por qué se demoró su salida?(FR): Hubo dos demoras con el INCAA muy importantes. Una tuvo que ver con la presentación del proyecto, ya que tardaron mucho en evaluarlo y encima la película debía estar terminada en 35mm, dado que en ese momento no había otro formato. El otro tema fue la demora en la salida de un crédito y por último el año pasado para Pascuas Jorge tenía previsto venir al país y después suspendió el viaje por sus altibajos de salud. Yo también tenía pensado viajar a Los Ángeles pero luego se postergó con la noticia de su muerte.
Con estilo propio
Jorge Prelorán construyó no sólo un estilo en cada una de sus películas; también impulsó toda una filosofía de trabajo a la hora de filmar. Entre sus tantas premisas, Jorge siempre cultivó el buen trato y el respeto: no avasallar a la gente, tomarse el tiempo necesario para captar un proceso general propio de cualquier vínculo, estar atento al lugar dramático que ocupa el clima, la geografía, el lugar, la tierra y los procesos naturales relativos a esto: las sequías, las inundaciones, los cambios de estación y cómo son vividos por los protagonistas. Trabajar con equipos muy reducidos era otra de sus máximas al igual que la ausencia de sonido sincrónico. Primero por una dificultad técnica – tenía una ruidosa cámara Bolex a cuerda, que le impedía tomar sonido directo- y en segunda instancia por una cuestión económica –no tenía presupuesto para sonidista-. Fue así como optó por el sonido disociado, donde la cámara no reproduce literalmente lo que está diciendo el personaje con la voz. Para subsanar esta limitación, Prelorán grababa de noche sólo sonido con el personaje en cuestión en un ámbito más intimista y después ilustraba con imágenes -no en forma literal- logrando potenciar aún más aquello que quería transmitir. Actualmente, buena parte de su obra puede verse en la Universidad del Cine.
Fermín x Fermín
El documental: “El documental me resulta menos alienante que una estructura de ficción. Tengo la sensación de que a pesar de que me interesa la ficción –soy dramaturgo- el documental está diciendo muchas más cosas o por lo menos cosas diferentes, al margen de la denuncia o la toma de conciencia. Me parece que la ficción se aburrió un poco de sí misma, y ni que hablar de ciertos sistemas de producción hollywoodenses que hacen la remake de la remake”.
Los proyectos: “Actualmente estoy con un proyecto de investigación que tiene que ver con la parte audiovisual de la realidad social. Tratamos el tema de las cárceles y la situación de los familiares de los detenidos e intentamos abordarlo desde otra perspectiva, con una dinámica diferente al de la vorágine de la televisión y los realities. Qué es lo que pasa con las familias, con los entornos cuando una persona termina detenida, cuáles son las condiciones en que se encuentran, pero siempre alejándonos del sensacionalismo y la banalización. También estoy con otro proyecto que tiene que ver con el tema de la seguridad”.
El recuerdo: “Lo que más se extraña de Jorge son su risa contagiosa, catártica y sus charlas. Cuando te reunías con él siempre había un elemento trascendente, algo más, una inquietud hacia la trascendencia de cualquier forma de manifestación”.
Algunas de las películas de Jorge Prelorán: Mi tía Nora (ficción 1984)Luther Metke at 94 (1979)La iglesia de Yavi (corto- 1972)Hermógenes Cayo (1967)Valle Fértil (1972)Araucanos de Ruca Choroy (corto-1969)Un tejedor de Tilcara (corto-1966)Ocurrido en Hualfín (mediometraje-1965)
Crítica de cine: "Little Miss Sunshine"
Lo esencial es invisible a los ojos…. ¿no?
“Joven, dinámico, proactivo, de buena presencia”. Lo que acaba de leer puede parecerle un aviso clasificado; pero no. En realidad, de esta frase se desglosan algunos valores en los que se sustenta la idea de éxito en los tiempos que corren: juventud, belleza, seguridad en uno mismo… y faltaría agregarle el último celular de moda con el ringtone más estruendoso y molesto para no pasar desapercibido. En este cuadro de situación, en donde algunos eligen no comer para llegar “bien” al verano, mientras hay quienes no llegan al verano porque no pueden comer, no resultaría alocado pensar que la vida puede parecer un concurso de belleza. Y en alguna medida, esta analogía la retoma “Pequeña Miss Sunshine”, película independiente de EEUU que en 2006 estuvo nominada al Oscar como mejor filme y ganó uno por mejor actor de reparto.En esta “road movie” (se llama así a las películas que transcurren a lo largo de un viaje), Olive, una simpática niña de 7 años es seleccionada para participar en un concurso de belleza infantil en California y su familia –los Hoover- decide acompañarla, emprendiendo la travesía en una vieja furgoneta.Pero los Hoover lejos están de cumplir con el ideal de familia estadounidense tradicional: un padre que fracasa en cada nuevo negocio que emprende, un hermano que guarda un hermético voto de silencio hasta convertirse en piloto de avión, un abuelo que fue expulsado del geriátrico por consumir heroína y que además es un ávido lector de revistas pornos y un tío gay suicida, experto en Proust que es abandonado por su pareja y despedido de su trabajo. Sólo la madre parece sostener y contener tanto desequilibrio emocional.Y si bien disculparse todo el tiempo es un síntoma de debilidad para papá Richard, quien es capaz de prohibirle a su hija comer un helado porque engorda, “Pequeña Miss Sunshine” brinda por momentos una esperanzadora frescura en los diálogos de tíos y sobrinos y en pequeños gestos de solidaridad familiar que buscan socavar prejuicios y lugares comunes. Sin embargo, no se puede pasar por alto cierta perturbadora reiteración de los directores en su afán por poner de manifiesto esta idea de llevar las de perder en una cultura obsesionada por el éxito.Pero así como el viaje supone una bisagra en la vida de los Hoover, también implica una transformación, no ya de patitos feos en cisnes o de populares en divinas. Al final del camino, la propia aceptación ya no descansa en la mirada de los demás. No es resignación, tampoco conformismo con lo que tocó en suerte. Es ni más ni menos que autoafirmación.
Por Sebastián Angeloni
Jorge Prelorán fue uno de los más grandes cineastas del género documental y mentor del cine etnobiográfico. Primer y único director argentino nominado al Oscar, con su cámara recorrió pueblos remotos de la Argentina registrando personajes y rescatando culturas y tradiciones. Fermín Rivera, cineasta, dramaturgo y amigo lo recuerda en esta entrevista.
Si alguien le preguntara a Jorge Prelorán qué frase resumiría mejor su prolífica obra, no dudaría en responder “dar voz a aquellos que no la tienen”. En tiempos donde finalmente –y afortunadamente- se ha sancionado e instalado en nuestra sociedad un fuerte debate en torno a la nueva Ley de Servicios de Comunicación Audiovisuales que intenta promover la pluralidad de voces, Prelorán ya era todo un adelantado. Y es que esa ha sido una constante a lo largo de toda su carrera: su pasión por el séptimo arte lo llevó a lugares recónditos de la Argentina donde se ocupó y preocupó por mostrar un país que trascendía los límites de las grandes ciudades y el centralismo de Buenos Aires.El pasado 28 de marzo, en su casa de Los Ángeles, Jorge Prelorán falleció a los 75 años, a raíz de una larga enfermedad contra la que dio batalla durante años. Atrás habían quedado su nominación al Oscar en el año 1980 por su corto documental Luther Metke at 94 –la dictadura no tuvo el mínimo interés en difundir la nominación de un opositor y exiliado político- el Astor de Oro a su trayectoria durante el Festival de Cine de Mar del Plata, el reconocimiento de una eminencia de la antropología estadounidense como la prestigiosa investigadora Margareth Mead –que consideraba a Prelorán como uno de los directores de documental más importantes del mundo- y la designación como profesor emérito en la Universidad de California (UCLA). Pero por sobre cualquier reconocimiento, quedó el legado y la impronta de un artista humilde y comprometido con su trabajo.Fermín Rivera, dramaturgo y también cineasta, fue alumno de Jorge Prelorán mientras estudiaba en la ENERC (Escuela Nacional de Experimentación y Realización Cinematográfica). Por ese entonces, fue elegido por Prelorán junto a otros estudiantes para realizar una película que finalmente no pudo concretarse. Años más tarde, Fermín terminó su primer documental: “Pepe Núñez, luthier”, historia centrada en la vida de un luthier autodidacta discapacitado de una comunidad rural de San Luis. El filme, que retomaba la línea de documentales de Prelorán, contó con el apoyo y consejo de Jorge, quien incluso escribió una carta que respaldaba y elogiaba la ópera prima de Rivera. A partir de ese momento, la relación académica dio lugar a la amistad. Al poco tiempo, el destino los volvió a reunir en un mismo aula: esta vez coincidió el homenaje que el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata le hizo a Prelorán con una clínica de estructura y montaje que Fermín iba a ofrecer en el mismo lugar y que finalmente terminaron dictando en forma conjunta. Pero también ese encuentro fue el germen de un proyecto que por estos días Fermín Rivera está terminando: un documental que ante todo es un acto de justicia que reivindica la figura de uno de los directores más importantes del cine argentino.
Sebastián Angeloni (SA): Se habla de Jorge Prelorán como el padre del cine etnobiográfico ¿Cómo definirías a este tipo de cine?
Fermín Rivera (FR): En realidad se trata de un término que acuñó Jorge. Su cine está prendado por lo que se conoce como antropología del rescate, que tiene que ver con hacer documentos para que perduren determinadas costumbres, culturas, formas, lugares. Lo que diferencia a Jorge del cine etnográfico que se venía haciendo hasta ese entonces, es que Prelorán por lo general toma personajes individuales y no comunidades, y cuenta una historia a partir de la visión de un personaje, cosa que en general el cine antropológico no hace. Por el contrartio, el cine antropológico parte de relevamientos corales y a su vez no busca prototipos, en todo caso arquetipos para mostrar una situación global general. Tampoco le interesa mostrar a un emergente, que era lo que Jorge buscaba, es decir un personaje que se destacara dentro de esa comunidad, de esa cultura.
(SA): ¿Cuál ha sido el aporte de Prelorán la cine nacional?
(FR): Él empieza a filmar en la década del 60. Agarra la cámara y se va a la Puna, algo que hasta ese momento no había hecho nadie. A través de un medio de comunicación masivo presenta personajes, culturas y regiones desconocidas con la idea de ver cuánto de los otros hay en nosotros, esto también diferencia la visión de Jorge respecto de la concepción antropológica convencional u ortodoxa, esta última se basaba en ir a una determinada comunidad, observar a estos extraños y salvajes y desentrañar el por qué se comportan así. El enfoque de Jorge era opuesto: él se preguntaba qué características y similitudes existen entre los personajes respecto de un habitante de Buenos Aires; a partir de ahí construye una aproximación a esos personajes. Eso fue novedoso y llamativo para la época, pero también es cierto que existía un tipo de sociedad predispuesta a ver esas cosas, hablamos de la década del 60 y parte del 70.
(SA): ¿Te parece que tuvo el reconocimiento que se merecía?
(FR): No. Yo estuve cuando lo homenajearon en Mar del Plata con muchísimos descuidos con su material, con las películas, con varias cosas. Lo cierto es que Jorge tampoco trabajaba para los reconocimientos y no hacía prensa, no era algo que lo desvelara. Lo que le dolía era no poder llevar adelante proyectos muy interesantes por falta de respaldo para poder concretarlos. Podría haber hecho muchos más aportes al cine argentino. Es más, Jorge tenía un proyecto muy interesante, que tenía que ver con la literatura gráfica de sus películas. Cada libro era sobre un personaje; luego comenzó a incorporar otros nuevos que quizás no tenían película.. Al principio Jorge imprimía los libros, después se hizo en forma virtual. Finalmente el proyecto no tuvo interés ni del estado ni de ningún privado, no hubo intención de solventarlo. Este proyecto en sí tenía que ver con la educación y con llevarlo a las escuelas, para que los chicos pudiesen ver las películas, leer los libros y la propuesta final consistía en que cada grupo empezara a investigar y a hacer los libros por su cuenta.
(SA): ¿Qué cosas rescatas de él como persona y cineasta?
(FR): Como cineasta, admiro cómo avanzó y encaró su trabajo, cómo fue delineando una estética y un determinado perfil, la pasión que tenía por hacer. Era un tipo que te entusiasmaba mucho, te tiraba pilas, siempre proponía cosas y te contagiaba esas ganas. Por otra parte me gustaba mucho el vínculo que entablaba con los personajes. Y hay que destacar su rol docente: conocía a sus alumnos, era muy querido por ellos, quienes a su vez admiraban mucho el componente humano que Jorge agregaba a su tarea docente, que no pasaba por la mera transmisión de contenidos, era mucho más. Él se comprometía con la persona que tenía al lado, era muy generoso.
(SA): ¿La película sobre Jorge cuándo se estrena? ¿Por qué se demoró su salida?(FR): Hubo dos demoras con el INCAA muy importantes. Una tuvo que ver con la presentación del proyecto, ya que tardaron mucho en evaluarlo y encima la película debía estar terminada en 35mm, dado que en ese momento no había otro formato. El otro tema fue la demora en la salida de un crédito y por último el año pasado para Pascuas Jorge tenía previsto venir al país y después suspendió el viaje por sus altibajos de salud. Yo también tenía pensado viajar a Los Ángeles pero luego se postergó con la noticia de su muerte.
Con estilo propio
Jorge Prelorán construyó no sólo un estilo en cada una de sus películas; también impulsó toda una filosofía de trabajo a la hora de filmar. Entre sus tantas premisas, Jorge siempre cultivó el buen trato y el respeto: no avasallar a la gente, tomarse el tiempo necesario para captar un proceso general propio de cualquier vínculo, estar atento al lugar dramático que ocupa el clima, la geografía, el lugar, la tierra y los procesos naturales relativos a esto: las sequías, las inundaciones, los cambios de estación y cómo son vividos por los protagonistas. Trabajar con equipos muy reducidos era otra de sus máximas al igual que la ausencia de sonido sincrónico. Primero por una dificultad técnica – tenía una ruidosa cámara Bolex a cuerda, que le impedía tomar sonido directo- y en segunda instancia por una cuestión económica –no tenía presupuesto para sonidista-. Fue así como optó por el sonido disociado, donde la cámara no reproduce literalmente lo que está diciendo el personaje con la voz. Para subsanar esta limitación, Prelorán grababa de noche sólo sonido con el personaje en cuestión en un ámbito más intimista y después ilustraba con imágenes -no en forma literal- logrando potenciar aún más aquello que quería transmitir. Actualmente, buena parte de su obra puede verse en la Universidad del Cine.
Fermín x Fermín
El documental: “El documental me resulta menos alienante que una estructura de ficción. Tengo la sensación de que a pesar de que me interesa la ficción –soy dramaturgo- el documental está diciendo muchas más cosas o por lo menos cosas diferentes, al margen de la denuncia o la toma de conciencia. Me parece que la ficción se aburrió un poco de sí misma, y ni que hablar de ciertos sistemas de producción hollywoodenses que hacen la remake de la remake”.
Los proyectos: “Actualmente estoy con un proyecto de investigación que tiene que ver con la parte audiovisual de la realidad social. Tratamos el tema de las cárceles y la situación de los familiares de los detenidos e intentamos abordarlo desde otra perspectiva, con una dinámica diferente al de la vorágine de la televisión y los realities. Qué es lo que pasa con las familias, con los entornos cuando una persona termina detenida, cuáles son las condiciones en que se encuentran, pero siempre alejándonos del sensacionalismo y la banalización. También estoy con otro proyecto que tiene que ver con el tema de la seguridad”.
El recuerdo: “Lo que más se extraña de Jorge son su risa contagiosa, catártica y sus charlas. Cuando te reunías con él siempre había un elemento trascendente, algo más, una inquietud hacia la trascendencia de cualquier forma de manifestación”.
Algunas de las películas de Jorge Prelorán: Mi tía Nora (ficción 1984)Luther Metke at 94 (1979)La iglesia de Yavi (corto- 1972)Hermógenes Cayo (1967)Valle Fértil (1972)Araucanos de Ruca Choroy (corto-1969)Un tejedor de Tilcara (corto-1966)Ocurrido en Hualfín (mediometraje-1965)
Homenaje a Jorge Prelorán
Al gran maestro
Si alguien le preguntara a Jorge Prelorán qué frase resumiría mejor su prolífica obra, no dudaría en responder “dar voz a aquellos que no la tienen”. En tiempos donde finalmente –y afortunadamente- se ha sancionado e instalado en nuestra sociedad un fuerte debate en torno a la nueva Ley de Servicios de Comunicación Audiovisuales que intenta promover la pluralidad de voces, Prelorán ya era todo un adelantado. Y es que esa ha sido una constante a lo largo de toda su carrera: su pasión por el séptimo arte lo llevó a lugares recónditos de la Argentina donde se ocupó y preocupó por mostrar un país que trascendía los límites de las grandes ciudades y el centralismo de Buenos Aires.El pasado 28 de marzo, en su casa de Los Ángeles, Jorge Prelorán falleció a los 75 años, a raíz de una larga enfermedad contra la que dio batalla durante años. Atrás habían quedado su nominación al Oscar en el año 1980 por su corto documental Luther Metke at 94 –la dictadura no tuvo el mínimo interés en difundir la nominación de un opositor y exiliado político- el Astor de Oro a su trayectoria durante el Festival de Cine de Mar del Plata, el reconocimiento de una eminencia de la antropología estadounidense como la prestigiosa investigadora Margareth Mead –que consideraba a Prelorán como uno de los directores de documental más importantes del mundo- y la designación como profesor emérito en la Universidad de California (UCLA). Pero por sobre cualquier reconocimiento, quedó el legado y la impronta de un artista humilde y comprometido con su trabajo.Fermín Rivera, dramaturgo y también cineasta, fue alumno de Jorge Prelorán mientras estudiaba en la ENERC (Escuela Nacional de Experimentación y Realización Cinematográfica). Por ese entonces, fue elegido por Prelorán junto a otros estudiantes para realizar una película que finalmente no pudo concretarse. Años más tarde, Fermín terminó su primer documental: “Pepe Núñez, luthier”, historia centrada en la vida de un luthier autodidacta discapacitado de una comunidad rural de San Luis. El filme, que retomaba la línea de documentales de Prelorán, contó con el apoyo y consejo de Jorge, quien incluso escribió una carta que respaldaba y elogiaba la ópera prima de Rivera. A partir de ese momento, la relación académica dio lugar a la amistad. Al poco tiempo, el destino los volvió a reunir en un mismo aula: esta vez coincidió el homenaje que el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata le hizo a Prelorán con una clínica de estructura y montaje que Fermín iba a ofrecer en el mismo lugar y que finalmente terminaron dictando en forma conjunta. Pero también ese encuentro fue el germen de un proyecto que por estos días Fermín Rivera está terminando: un documental que ante todo es un acto de justicia que reivindica la figura de uno de los directores más importantes del cine argentino.
Sebastián Angeloni (SA): Se habla de Jorge Prelorán como el padre del cine etnobiográfico ¿Cómo definirías a este tipo de cine?
Fermín Rivera (FR): En realidad se trata de un término que acuñó Jorge. Su cine está prendado por lo que se conoce como antropología del rescate, que tiene que ver con hacer documentos para que perduren determinadas costumbres, culturas, formas, lugares. Lo que diferencia a Jorge del cine etnográfico que se venía haciendo hasta ese entonces, es que Prelorán por lo general toma personajes individuales y no comunidades, y cuenta una historia a partir de la visión de un personaje, cosa que en general el cine antropológico no hace. Por el contrartio, el cine antropológico parte de relevamientos corales y a su vez no busca prototipos, en todo caso arquetipos para mostrar una situación global general. Tampoco le interesa mostrar a un emergente, que era lo que Jorge buscaba, es decir un personaje que se destacara dentro de esa comunidad, de esa cultura.
(SA): ¿Cuál ha sido el aporte de Prelorán la cine nacional?
(FR): Él empieza a filmar en la década del 60. Agarra la cámara y se va a la Puna, algo que hasta ese momento no había hecho nadie. A través de un medio de comunicación masivo presenta personajes, culturas y regiones desconocidas con la idea de ver cuánto de los otros hay en nosotros, esto también diferencia la visión de Jorge respecto de la concepción antropológica convencional u ortodoxa, esta última se basaba en ir a una determinada comunidad, observar a estos extraños y salvajes y desentrañar el por qué se comportan así. El enfoque de Jorge era opuesto: él se preguntaba qué características y similitudes existen entre los personajes respecto de un habitante de Buenos Aires; a partir de ahí construye una aproximación a esos personajes. Eso fue novedoso y llamativo para la época, pero también es cierto que existía un tipo de sociedad predispuesta a ver esas cosas, hablamos de la década del 60 y parte del 70.
(SA): ¿Te parece que tuvo el reconocimiento que se merecía?
(FR): No. Yo estuve cuando lo homenajearon en Mar del Plata con muchísimos descuidos con su material, con las películas, con varias cosas. Lo cierto es que Jorge tampoco trabajaba para los reconocimientos y no hacía prensa, no era algo que lo desvelara. Lo que le dolía era no poder llevar adelante proyectos muy interesantes por falta de respaldo para poder concretarlos. Podría haber hecho muchos más aportes al cine argentino. Es más, Jorge tenía un proyecto muy interesante, que tenía que ver con la literatura gráfica de sus películas. Cada libro era sobre un personaje; luego comenzó a incorporar otros nuevos que quizás no tenían película.. Al principio Jorge imprimía los libros, después se hizo en forma virtual. Finalmente el proyecto no tuvo interés ni del estado ni de ningún privado, no hubo intención de solventarlo. Este proyecto en sí tenía que ver con la educación y con llevarlo a las escuelas, para que los chicos pudiesen ver las películas, leer los libros y la propuesta final consistía en que cada grupo empezara a investigar y a hacer los libros por su cuenta.
(SA): ¿Qué cosas rescatas de él como persona y cineasta?
(FR): Como cineasta, admiro cómo avanzó y encaró su trabajo, cómo fue delineando una estética y un determinado perfil, la pasión que tenía por hacer. Era un tipo que te entusiasmaba mucho, te tiraba pilas, siempre proponía cosas y te contagiaba esas ganas. Por otra parte me gustaba mucho el vínculo que entablaba con los personajes. Y hay que destacar su rol docente: conocía a sus alumnos, era muy querido por ellos, quienes a su vez admiraban mucho el componente humano que Jorge agregaba a su tarea docente, que no pasaba por la mera transmisión de contenidos, era mucho más. Él se comprometía con la persona que tenía al lado, era muy generoso.
(SA): ¿La película sobre Jorge cuándo se estrena? ¿Por qué se demoró su salida?(FR): Hubo dos demoras con el INCAA muy importantes. Una tuvo que ver con la presentación del proyecto, ya que tardaron mucho en evaluarlo y encima la película debía estar terminada en 35mm, dado que en ese momento no había otro formato. El otro tema fue la demora en la salida de un crédito y por último el año pasado para Pascuas Jorge tenía previsto venir al país y después suspendió el viaje por sus altibajos de salud. Yo también tenía pensado viajar a Los Ángeles pero luego se postergó con la noticia de su muerte.
Con estilo propio
Jorge Prelorán construyó no sólo un estilo en cada una de sus películas; también impulsó toda una filosofía de trabajo a la hora de filmar. Entre sus tantas premisas, Jorge siempre cultivó el buen trato y el respeto: no avasallar a la gente, tomarse el tiempo necesario para captar un proceso general propio de cualquier vínculo, estar atento al lugar dramático que ocupa el clima, la geografía, el lugar, la tierra y los procesos naturales relativos a esto: las sequías, las inundaciones, los cambios de estación y cómo son vividos por los protagonistas. Trabajar con equipos muy reducidos era otra de sus máximas al igual que la ausencia de sonido sincrónico. Primero por una dificultad técnica – tenía una ruidosa cámara Bolex a cuerda, que le impedía tomar sonido directo- y en segunda instancia por una cuestión económica –no tenía presupuesto para sonidista-. Fue así como optó por el sonido disociado, donde la cámara no reproduce literalmente lo que está diciendo el personaje con la voz. Para subsanar esta limitación, Prelorán grababa de noche sólo sonido con el personaje en cuestión en un ámbito más intimista y después ilustraba con imágenes -no en forma literal- logrando potenciar aún más aquello que quería transmitir. Actualmente, buena parte de su obra puede verse en la Universidad del Cine.
Fermín x Fermín
El documental: “El documental me resulta menos alienante que una estructura de ficción. Tengo la sensación de que a pesar de que me interesa la ficción –soy dramaturgo- el documental está diciendo muchas más cosas o por lo menos cosas diferentes, al margen de la denuncia o la toma de conciencia. Me parece que la ficción se aburrió un poco de sí misma, y ni que hablar de ciertos sistemas de producción hollywoodenses que hacen la remake de la remake”.
Los proyectos: “Actualmente estoy con un proyecto de investigación que tiene que ver con la parte audiovisual de la realidad social. Tratamos el tema de las cárceles y la situación de los familiares de los detenidos e intentamos abordarlo desde otra perspectiva, con una dinámica diferente al de la vorágine de la televisión y los realities. Qué es lo que pasa con las familias, con los entornos cuando una persona termina detenida, cuáles son las condiciones en que se encuentran, pero siempre alejándonos del sensacionalismo y la banalización. También estoy con otro proyecto que tiene que ver con el tema de la seguridad”.
El recuerdo: “Lo que más se extraña de Jorge son su risa contagiosa, catártica y sus charlas. Cuando te reunías con él siempre había un elemento trascendente, algo más, una inquietud hacia la trascendencia de cualquier forma de manifestación”.
Algunas de las películas de Jorge Prelorán: Mi tía Nora (ficción 1984)Luther Metke at 94 (1979)La iglesia de Yavi (corto- 1972)Hermógenes Cayo (1967)Valle Fértil (1972)Araucanos de Ruca Choroy (corto-1969)Un tejedor de Tilcara (corto-1966)Ocurrido en Hualfín (mediometraje-1965)
miércoles, 2 de diciembre de 2009
Por Sebastián Angeloni
Homenaje a Jorge Prelorán
Al gran maestro
Jorge Prelorán fue uno de los más grandes cineastas del género documental y mentor del cine etnobiográfico. Primer y único director argentino nominado al Oscar, con su cámara recorrió pueblos remotos de la Argentina registrando personajes y rescatando culturas y tradiciones. Fermín Rivera, cineasta, dramaturgo y amigo lo recuerda en esta entrevista.
Si alguien le preguntara a Jorge Prelorán qué frase resumiría mejor su prolífica obra, no dudaría en responder “dar voz a aquellos que no la tienen”. En tiempos donde finalmente –y afortunadamente- se ha sancionado e instalado en nuestra sociedad un fuerte debate en torno a la nueva Ley de Servicios de Comunicación Audiovisuales que intenta promover la pluralidad de voces, Prelorán ya era todo un adelantado. Y es que esa ha sido una constante a lo largo de toda su carrera: su pasión por el séptimo arte lo llevó a lugares recónditos de la Argentina donde se ocupó y preocupó por mostrar un país que trascendía los límites de las grandes ciudades y el centralismo de Buenos Aires.
El pasado 28 de marzo, en su casa de Los Ángeles, Jorge Prelorán falleció a los 75 años, a raíz de una larga enfermedad contra la que dio batalla durante años. Atrás habían quedado su nominación al Oscar en el año 1980 por su corto documental Luther Metke at 94 –la dictadura no tuvo el mínimo interés en difundir la nominación de un opositor y exiliado político- el Astor de Oro a su trayectoria durante el Festival de Cine de Mar del Plata, el reconocimiento de una eminencia de la antropología estadounidense como la prestigiosa investigadora Margareth Mead –que consideraba a Prelorán como uno de los directores de documental más importantes del mundo- y la designación como profesor emérito en la Universidad de California (UCLA). Pero por sobre cualquier reconocimiento, quedó el legado y la impronta de un artista humilde y comprometido con su trabajo.
Fermín Rivera, dramaturgo y también cineasta, fue alumno de Jorge Prelorán mientras estudiaba en la ENERC (Escuela Nacional de Experimentación y Realización Cinematográfica). Por ese entonces, fue elegido por Prelorán junto a otros estudiantes para realizar una película que finalmente no pudo concretarse. Años más tarde, Fermín terminó su primer documental: “Pepe Núñez, luthier”, historia centrada en la vida de un luthier autodidacta discapacitado de una comunidad rural de San Luis. El filme, que retomaba la línea de documentales de Prelorán, contó con el apoyo y consejo de Jorge, quien incluso escribió una carta que respaldaba y elogiaba la ópera prima de Rivera. A partir de ese momento, la relación académica dio lugar a la amistad. Al poco tiempo, el destino los volvió a reunir en un mismo aula: esta vez coincidió el homenaje que el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata le hizo a Prelorán con una clínica de estructura y montaje que Fermín iba a ofrecer en el mismo lugar y que finalmente terminaron dictando en forma conjunta. Pero también ese encuentro fue el germen de un proyecto que por estos días Fermín Rivera está terminando: un documental que ante todo es un acto de justicia que reivindica la figura de uno de los directores más importantes del cine argentino.
Sebastián Angeloni (SA): Se habla de Jorge Prelorán como el padre del cine etnobiográfico ¿Cómo definirías a este tipo de cine?
Fermín Rivera (FR): En realidad se trata de un término que acuñó Jorge. Su cine está prendado por lo que se conoce como antropología del rescate, que tiene que ver con hacer documentos para que perduren determinadas costumbres, culturas, formas, lugares. Lo que diferencia a Jorge del cine etnográfico que se venía haciendo hasta ese entonces, es que Prelorán por lo general toma personajes individuales y no comunidades, y cuenta una historia a partir de la visión de un personaje, cosa que en general el cine antropológico no hace. Por el contrartio, el cine antropológico parte de relevamientos corales y a su vez no busca prototipos, en todo caso arquetipos para mostrar una situación global general. Tampoco le interesa mostrar a un emergente, que era lo que Jorge buscaba, es decir un personaje que se destacara dentro de esa comunidad, de esa cultura.
(SA): ¿Cuál ha sido el aporte de Prelorán la cine nacional?
(FR): Él empieza a filmar en la década del 60. Agarra la cámara y se va a la Puna, algo que hasta ese momento no había hecho nadie. A través de un medio de comunicación masivo presenta personajes, culturas y regiones desconocidas con la idea de ver cuánto de los otros hay en nosotros, esto también diferencia la visión de Jorge respecto de la concepción antropológica convencional u ortodoxa, esta última se basaba en ir a una determinada comunidad, observar a estos extraños y salvajes y desentrañar el por qué se comportan así. El enfoque de Jorge era opuesto: él se preguntaba qué características y similitudes existen entre los personajes respecto de un habitante de Buenos Aires; a partir de ahí construye una aproximación a esos personajes. Eso fue novedoso y llamativo para la época, pero también es cierto que existía un tipo de sociedad predispuesta a ver esas cosas, hablamos de la década del 60 y parte del 70.
(SA): ¿Te parece que tuvo el reconocimiento que se merecía?
(FR): No. Yo estuve cuando lo homenajearon en Mar del Plata con muchísimos descuidos con su material, con las películas, con varias cosas. Lo cierto es que Jorge tampoco trabajaba para los reconocimientos y no hacía prensa, no era algo que lo desvelara. Lo que le dolía era no poder llevar adelante proyectos muy interesantes por falta de respaldo para poder concretarlos. Podría haber hecho muchos más aportes al cine argentino. Es más, Jorge tenía un proyecto muy interesante, que tenía que ver con la literatura gráfica de sus películas. Cada libro era sobre un personaje; luego comenzó a incorporar otros nuevos que quizás no tenían película.. Al principio Jorge imprimía los libros, después se hizo en forma virtual. Finalmente el proyecto no tuvo interés ni del estado ni de ningún privado, no hubo intención de solventarlo. Este proyecto en sí tenía que ver con la educación y con llevarlo a las escuelas, para que los chicos pudiesen ver las películas, leer los libros y la propuesta final consistía en que cada grupo empezara a investigar y a hacer los libros por su cuenta.
(SA): ¿Qué cosas rescatas de él como persona y cineasta?
(FR): Como cineasta, admiro cómo avanzó y encaró su trabajo, cómo fue delineando una estética y un determinado perfil, la pasión que tenía por hacer. Era un tipo que te entusiasmaba mucho, te tiraba pilas, siempre proponía cosas y te contagiaba esas ganas. Por otra parte me gustaba mucho el vínculo que entablaba con los personajes. Y hay que destacar su rol docente: conocía a sus alumnos, era muy querido por ellos, quienes a su vez admiraban mucho el componente humano que Jorge agregaba a su tarea docente, que no pasaba por la mera transmisión de contenidos, era mucho más. Él se comprometía con la persona que tenía al lado, era muy generoso.
(SA): ¿La película sobre Jorge cuándo se estrena? ¿Por qué se demoró su salida?
(FR): Hubo dos demoras con el INCAA muy importantes. Una tuvo que ver con la presentación del proyecto, ya que tardaron mucho en evaluarlo y encima la película debía estar terminada en 35mm, dado que en ese momento no había otro formato. El otro tema fue la demora en la salida de un crédito y por último el año pasado para Pascuas Jorge tenía previsto venir al país y después suspendió el viaje por sus altibajos de salud. Yo también tenía pensado viajar a Los Ángeles pero luego se postergó con la noticia de su muerte.
Con estilo propio
Jorge Prelorán construyó no sólo un estilo en cada una de sus películas; también impulsó toda una filosofía de trabajo a la hora de filmar. Entre sus tantas premisas, Jorge siempre cultivó el buen trato y el respeto: no avasallar a la gente, tomarse el tiempo necesario para captar un proceso general propio de cualquier vínculo, estar atento al lugar dramático que ocupa el clima, la geografía, el lugar, la tierra y los procesos naturales relativos a esto: las sequías, las inundaciones, los cambios de estación y cómo son vividos por los protagonistas. Trabajar con equipos muy reducidos era otra de sus máximas al igual que la ausencia de sonido sincrónico. Primero por una dificultad técnica – tenía una ruidosa cámara Bolex a cuerda, que le impedía tomar sonido directo- y en segunda instancia por una cuestión económica –no tenía presupuesto para sonidista-. Fue así como optó por el sonido disociado, donde la cámara no reproduce literalmente lo que está diciendo el personaje con la voz. Para subsanar esta limitación, Prelorán grababa de noche sólo sonido con el personaje en cuestión en un ámbito más intimista y después ilustraba con imágenes -no en forma literal- logrando potenciar aún más aquello que quería transmitir. Actualmente, buena parte de su obra puede verse en la Universidad del Cine.
Fermín x Fermín
El documental: “El documental me resulta menos alienante que una estructura de ficción. Tengo la sensación de que a pesar de que me interesa la ficción –soy dramaturgo- el documental está diciendo muchas más cosas o por lo menos cosas diferentes, al margen de la denuncia o la toma de conciencia. Me parece que la ficción se aburrió un poco de sí misma, y ni que hablar de ciertos sistemas de producción hollywoodenses que hacen la remake de la remake”.
Los proyectos: “Actualmente estoy con un proyecto de investigación que tiene que ver con la parte audiovisual de la realidad social. Tratamos el tema de las cárceles y la situación de los familiares de los detenidos e intentamos abordarlo desde otra perspectiva, con una dinámica diferente al de la vorágine de la televisión y los realities. Qué es lo que pasa con las familias, con los entornos cuando una persona termina detenida, cuáles son las condiciones en que se encuentran, pero siempre alejándonos del sensacionalismo y la banalización. También estoy con otro proyecto que tiene que ver con el tema de la seguridad”.
El recuerdo: “Lo que más se extraña de Jorge son su risa contagiosa, catártica y sus charlas. Cuando te reunías con él siempre había un elemento trascendente, algo más, una inquietud hacia la trascendencia de cualquier forma de manifestación”.
Algunas de las películas de Jorge Prelorán
Mi tía Nora (ficción 1984)
Luther Metke at 94 (1979)
La iglesia de Yavi (corto- 1972)
Hermógenes Cayo (1967)
Valle Fértil (1972)
Araucanos de Ruca Choroy (corto-1969)
Un tejedor de Tilcara (corto-1966)
Ocurrido en Hualfín (mediometraje-1965)
Homenaje a Jorge Prelorán
Al gran maestro
Jorge Prelorán fue uno de los más grandes cineastas del género documental y mentor del cine etnobiográfico. Primer y único director argentino nominado al Oscar, con su cámara recorrió pueblos remotos de la Argentina registrando personajes y rescatando culturas y tradiciones. Fermín Rivera, cineasta, dramaturgo y amigo lo recuerda en esta entrevista.
Si alguien le preguntara a Jorge Prelorán qué frase resumiría mejor su prolífica obra, no dudaría en responder “dar voz a aquellos que no la tienen”. En tiempos donde finalmente –y afortunadamente- se ha sancionado e instalado en nuestra sociedad un fuerte debate en torno a la nueva Ley de Servicios de Comunicación Audiovisuales que intenta promover la pluralidad de voces, Prelorán ya era todo un adelantado. Y es que esa ha sido una constante a lo largo de toda su carrera: su pasión por el séptimo arte lo llevó a lugares recónditos de la Argentina donde se ocupó y preocupó por mostrar un país que trascendía los límites de las grandes ciudades y el centralismo de Buenos Aires.
El pasado 28 de marzo, en su casa de Los Ángeles, Jorge Prelorán falleció a los 75 años, a raíz de una larga enfermedad contra la que dio batalla durante años. Atrás habían quedado su nominación al Oscar en el año 1980 por su corto documental Luther Metke at 94 –la dictadura no tuvo el mínimo interés en difundir la nominación de un opositor y exiliado político- el Astor de Oro a su trayectoria durante el Festival de Cine de Mar del Plata, el reconocimiento de una eminencia de la antropología estadounidense como la prestigiosa investigadora Margareth Mead –que consideraba a Prelorán como uno de los directores de documental más importantes del mundo- y la designación como profesor emérito en la Universidad de California (UCLA). Pero por sobre cualquier reconocimiento, quedó el legado y la impronta de un artista humilde y comprometido con su trabajo.
Fermín Rivera, dramaturgo y también cineasta, fue alumno de Jorge Prelorán mientras estudiaba en la ENERC (Escuela Nacional de Experimentación y Realización Cinematográfica). Por ese entonces, fue elegido por Prelorán junto a otros estudiantes para realizar una película que finalmente no pudo concretarse. Años más tarde, Fermín terminó su primer documental: “Pepe Núñez, luthier”, historia centrada en la vida de un luthier autodidacta discapacitado de una comunidad rural de San Luis. El filme, que retomaba la línea de documentales de Prelorán, contó con el apoyo y consejo de Jorge, quien incluso escribió una carta que respaldaba y elogiaba la ópera prima de Rivera. A partir de ese momento, la relación académica dio lugar a la amistad. Al poco tiempo, el destino los volvió a reunir en un mismo aula: esta vez coincidió el homenaje que el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata le hizo a Prelorán con una clínica de estructura y montaje que Fermín iba a ofrecer en el mismo lugar y que finalmente terminaron dictando en forma conjunta. Pero también ese encuentro fue el germen de un proyecto que por estos días Fermín Rivera está terminando: un documental que ante todo es un acto de justicia que reivindica la figura de uno de los directores más importantes del cine argentino.
Sebastián Angeloni (SA): Se habla de Jorge Prelorán como el padre del cine etnobiográfico ¿Cómo definirías a este tipo de cine?
Fermín Rivera (FR): En realidad se trata de un término que acuñó Jorge. Su cine está prendado por lo que se conoce como antropología del rescate, que tiene que ver con hacer documentos para que perduren determinadas costumbres, culturas, formas, lugares. Lo que diferencia a Jorge del cine etnográfico que se venía haciendo hasta ese entonces, es que Prelorán por lo general toma personajes individuales y no comunidades, y cuenta una historia a partir de la visión de un personaje, cosa que en general el cine antropológico no hace. Por el contrartio, el cine antropológico parte de relevamientos corales y a su vez no busca prototipos, en todo caso arquetipos para mostrar una situación global general. Tampoco le interesa mostrar a un emergente, que era lo que Jorge buscaba, es decir un personaje que se destacara dentro de esa comunidad, de esa cultura.
(SA): ¿Cuál ha sido el aporte de Prelorán la cine nacional?
(FR): Él empieza a filmar en la década del 60. Agarra la cámara y se va a la Puna, algo que hasta ese momento no había hecho nadie. A través de un medio de comunicación masivo presenta personajes, culturas y regiones desconocidas con la idea de ver cuánto de los otros hay en nosotros, esto también diferencia la visión de Jorge respecto de la concepción antropológica convencional u ortodoxa, esta última se basaba en ir a una determinada comunidad, observar a estos extraños y salvajes y desentrañar el por qué se comportan así. El enfoque de Jorge era opuesto: él se preguntaba qué características y similitudes existen entre los personajes respecto de un habitante de Buenos Aires; a partir de ahí construye una aproximación a esos personajes. Eso fue novedoso y llamativo para la época, pero también es cierto que existía un tipo de sociedad predispuesta a ver esas cosas, hablamos de la década del 60 y parte del 70.
(SA): ¿Te parece que tuvo el reconocimiento que se merecía?
(FR): No. Yo estuve cuando lo homenajearon en Mar del Plata con muchísimos descuidos con su material, con las películas, con varias cosas. Lo cierto es que Jorge tampoco trabajaba para los reconocimientos y no hacía prensa, no era algo que lo desvelara. Lo que le dolía era no poder llevar adelante proyectos muy interesantes por falta de respaldo para poder concretarlos. Podría haber hecho muchos más aportes al cine argentino. Es más, Jorge tenía un proyecto muy interesante, que tenía que ver con la literatura gráfica de sus películas. Cada libro era sobre un personaje; luego comenzó a incorporar otros nuevos que quizás no tenían película.. Al principio Jorge imprimía los libros, después se hizo en forma virtual. Finalmente el proyecto no tuvo interés ni del estado ni de ningún privado, no hubo intención de solventarlo. Este proyecto en sí tenía que ver con la educación y con llevarlo a las escuelas, para que los chicos pudiesen ver las películas, leer los libros y la propuesta final consistía en que cada grupo empezara a investigar y a hacer los libros por su cuenta.
(SA): ¿Qué cosas rescatas de él como persona y cineasta?
(FR): Como cineasta, admiro cómo avanzó y encaró su trabajo, cómo fue delineando una estética y un determinado perfil, la pasión que tenía por hacer. Era un tipo que te entusiasmaba mucho, te tiraba pilas, siempre proponía cosas y te contagiaba esas ganas. Por otra parte me gustaba mucho el vínculo que entablaba con los personajes. Y hay que destacar su rol docente: conocía a sus alumnos, era muy querido por ellos, quienes a su vez admiraban mucho el componente humano que Jorge agregaba a su tarea docente, que no pasaba por la mera transmisión de contenidos, era mucho más. Él se comprometía con la persona que tenía al lado, era muy generoso.
(SA): ¿La película sobre Jorge cuándo se estrena? ¿Por qué se demoró su salida?
(FR): Hubo dos demoras con el INCAA muy importantes. Una tuvo que ver con la presentación del proyecto, ya que tardaron mucho en evaluarlo y encima la película debía estar terminada en 35mm, dado que en ese momento no había otro formato. El otro tema fue la demora en la salida de un crédito y por último el año pasado para Pascuas Jorge tenía previsto venir al país y después suspendió el viaje por sus altibajos de salud. Yo también tenía pensado viajar a Los Ángeles pero luego se postergó con la noticia de su muerte.
Con estilo propio
Jorge Prelorán construyó no sólo un estilo en cada una de sus películas; también impulsó toda una filosofía de trabajo a la hora de filmar. Entre sus tantas premisas, Jorge siempre cultivó el buen trato y el respeto: no avasallar a la gente, tomarse el tiempo necesario para captar un proceso general propio de cualquier vínculo, estar atento al lugar dramático que ocupa el clima, la geografía, el lugar, la tierra y los procesos naturales relativos a esto: las sequías, las inundaciones, los cambios de estación y cómo son vividos por los protagonistas. Trabajar con equipos muy reducidos era otra de sus máximas al igual que la ausencia de sonido sincrónico. Primero por una dificultad técnica – tenía una ruidosa cámara Bolex a cuerda, que le impedía tomar sonido directo- y en segunda instancia por una cuestión económica –no tenía presupuesto para sonidista-. Fue así como optó por el sonido disociado, donde la cámara no reproduce literalmente lo que está diciendo el personaje con la voz. Para subsanar esta limitación, Prelorán grababa de noche sólo sonido con el personaje en cuestión en un ámbito más intimista y después ilustraba con imágenes -no en forma literal- logrando potenciar aún más aquello que quería transmitir. Actualmente, buena parte de su obra puede verse en la Universidad del Cine.
Fermín x Fermín
El documental: “El documental me resulta menos alienante que una estructura de ficción. Tengo la sensación de que a pesar de que me interesa la ficción –soy dramaturgo- el documental está diciendo muchas más cosas o por lo menos cosas diferentes, al margen de la denuncia o la toma de conciencia. Me parece que la ficción se aburrió un poco de sí misma, y ni que hablar de ciertos sistemas de producción hollywoodenses que hacen la remake de la remake”.
Los proyectos: “Actualmente estoy con un proyecto de investigación que tiene que ver con la parte audiovisual de la realidad social. Tratamos el tema de las cárceles y la situación de los familiares de los detenidos e intentamos abordarlo desde otra perspectiva, con una dinámica diferente al de la vorágine de la televisión y los realities. Qué es lo que pasa con las familias, con los entornos cuando una persona termina detenida, cuáles son las condiciones en que se encuentran, pero siempre alejándonos del sensacionalismo y la banalización. También estoy con otro proyecto que tiene que ver con el tema de la seguridad”.
El recuerdo: “Lo que más se extraña de Jorge son su risa contagiosa, catártica y sus charlas. Cuando te reunías con él siempre había un elemento trascendente, algo más, una inquietud hacia la trascendencia de cualquier forma de manifestación”.
Algunas de las películas de Jorge Prelorán
Mi tía Nora (ficción 1984)
Luther Metke at 94 (1979)
La iglesia de Yavi (corto- 1972)
Hermógenes Cayo (1967)
Valle Fértil (1972)
Araucanos de Ruca Choroy (corto-1969)
Un tejedor de Tilcara (corto-1966)
Ocurrido en Hualfín (mediometraje-1965)
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